viernes, 30 de septiembre de 2011

Alfonso López 6

Fue extraño. Realmente creo que todo fue culpa de aquella tilde; sin ella ni siquiera me habría atrevido a besarte. ¿A besarte? No habría aspirado a mirar a tus ojos ni a pensarte a mi lado. O puede ser el hecho de que hayas nacido. O sencillamente toda la culpa la tiene el bus en el que coincidimos por primera vez. Es más, ¿Sí estamos juntos o lo imagino todo? ¿Estoy creando ilusiones para satisfacer alguna fantasía personal? Veo tus ojos oscuros, intermitentes, deslizando por todo mi cuerpo palabras que humedecen mi piel. Escucho tu respiración agitada y pequeños murmullos que erizan mi espalda y luego ríen sobre mi nariz. Siento las caricias de tus dedos dibujando estelas de sudor al ritmo de cada latido; tuyo o mío. En mis labios se esconde una línea de saliva dulce y un poco de tus pechos que saben a pasión y a rutina. Mi olfato no me ayuda mucho, solo detecta un aroma: una esencia corporal propia de nuestra desnudez. ¿Puedo realmente confiar en mis sentidos o también son esclavos de aquello que quiero creer?

Quizás los recuerdos. Antes hablábamos mucho, demasiado. Si decidiera decir que no eres real habría demasiadas lagunas en mi vida universitaria. En la personal no tanto; casi no nos molestamos en pensarnos fuera del instituto. Pero, si es así ¿cómo llegamos a este punto? Te volviste importante en algún momento que no recuerdo. En algún momento tuvo que haber un primer roce, una primera palabra, un primer beso, un primer abrazo. Debió ser en el centro comercial donde te las ingeniaste para rozar mis labios. O quizás antes, cuando te di la hora en la fila de espera del banco. No, definitivamente todo es culpa del bus en el que me subí el primer día de clases; el transporte que menos me gustaba y en el que no podía confiar. Pero no pude evitar sorprenderme, era inaudito: sobre una “o” en el letrero de la “Alfonso López” había dibujada una tilde tranquila y fue esa señal, esa pequeña llamada la que me forzó a poner la mano. Fue aquella pequeña marca, más un mugre que una tilde en sí quien me obligo a coincidir contigo en aquel bus. Y fue gracias a esa valiente llamada ortográfica que me molesté en sentarme a tu lado y en contra de todo lo que creía, decirte: Hola.

Líneas y lunas


Al principio tracé una línea. Tú dibujaste un círculo alrededor y no dejaste crecer mi creación. Yo no la quería abandonar así que negocié contigo y quedamos en que te contentarías con una media luna alrededor de mi línea; pero de nuevo bloqueaste mi camino. Te lo dije y me atercaste diciendo que aun me quedaba un lado libre; el lado por el que comencé. Yo no quería regresar allí. ¿Qué podía hacer? Solo se me ocurrió algo: hacer trampa.

Esperé a que durmieras y rompí tu luna; conecté  mi línea a las dos puntas libres y la volví a cerrar. Se veía raro, pero tu figura se tragó la mía y creció un poco conservando su forma. Me acosté ese día tranquilo.

Al despertar te encontré a mi lado llorando. A tu alrededor habían cientos de líneas que se bloqueaban entre sí y no planeaban moverse. Compungido intenté abrazarte por la espalda pero me empujaste y culpaste del desastre. La luna ya no estaba. Derrotado, busqué mi línea y la encontré peleándose con un trozo roto de luna porque le estorbaba. Le regañé y luego la abracé por última vez. Después tomé sus puntas y las uní en círculo para, con algo de cuidado hacer una pequeñísima luna. Era hermosa; tierna y única. La llevé a tu lado y la dejé en un charco de lágrimas que te miraba con tristeza. En ese momento no le prestaste atención. Cuando finalmente la viste yo ya hacía rato que me había ido, junto con todas las líneas que olvidaron ser luna solo para crecer un poco más.

martes, 27 de septiembre de 2011

:)


"Hay momentos en los que la vida exige un cambio. Una transición, como las estaciones. La primavera fue maravillosa, pero el verano ya acabó. Desperdiciamos el otoño y ahora de repente hace frío. Tanto que todo se congela. Nuestro amor se duerme y la nieve lo toma por sorpresa. Pero si te quedas dormida en la nieve no sientes llegar ...la muerte" Cortometraje de Paris Je t'aime.

Y cuando todo murió solo quedó sonreir. Con una sonrisa amarga, llena de remordimiento por lo que no se pudo lograr o aquello que se dejo pasar pero al fin y al cabo una sonrisa. Todavía con la marca de una bofetada de verdad en el rostro y los pasos de unas lágrimas abandonadas sobre las mejillas. Alrededor todo marcha exactamente igual pero ya no hay manera de encajar. Ya no hay manera de abrirse paso hacia adelante ni hacia atrás. Pero quedarse quieto no es una opción. Puede que duela muchisimo y te critiquen de la misma manera, pero la mejor opción es dibujar pasos a seguir en los lugares donde parezca que el suelo no se desmoronará. De nuevo tratar de no caer y avanzar huyendo de esa odiosa verdad. A la mierda el machismo... nosotros también podemos llorar...

Oublie moi


Alguna vez te adoré pero no prestaste atención a todo lo que hice para ti. Entonces decidí vivir con este cariño y transformarlo en una amistad valida y lo suficientemente fuerte. Ahora te acercas y me susurras al oído que me amas. ¡No seas estúpido! Confundes mis decisiones. Y no solo es eso, también te aferras al no decir las cosas como las sientes sino adornándolas de florituras que no significan nada para mí. Si quieres algo, pídelo. Si te lo puedo dar, te responderé. No me insinúes aquello que quieres, que yo me esconderé en mis evasivas de chica lista.

Quiero creer que no me gustas y te lo repetiré hasta que me duela decírtelo. No me importan tus lágrimas. Yo fui fuerte por ti. Ahora espero que seas fuerte por mí. Hace mucho que no confiaba en nadie como tú y espero que decidas bien y pueda contar contigo de ahora en adelante…

¿Amigos? :)

Me gusta


Me gustan las palabras que al unirse tienen muchos significados...

Me gusta que me inviten a "pasar el rato"

Me gusta pasar el rato...

Me gustan los rollos de algas y verduras...

Me gusta escuchar la música triste para recordar...

Me gusta que te recuestes sobre mi y me hables...

Me gusta que pelees conmigo

Me gusta que revuelvan mi barba y mi cabello...

Me gusta que digas lo contrario a lo que sientes y te hagas un nudo.

Me gusta estar contigo. 

Esto y muchas cosas más son cosas que "me gustan" y que no necesitan una razón para gustarme. 

Pero tú, tú no me gustas ni un poco. Ni reuniendo toda mi lista de gustos podrías gustarme. El momento del "me gustas" ya pasó hace mucho y ya se fue. El ahora no tiene una palabra precisa que lo explique. No un "te amo" o un "te adoro" dejarían claro lo que quiero expresarte; ni siquiera una mirada constante o un gran abrazo serían gestos significativos. Por eso te dire lo que no es y creeré que con eso basta, que con eso saco de mi todo aquello que no admite el lenguaje impuesto. Así que mujer, te repito lo mismo que le digo a todas: "No jodas, no penses y sonreí"

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Adiós no basta

- Es una buena chica – repetían sin cesar para luego retractarse – Era una buena chica.

El ritmo de mi respiración variaba a cada eco de lo mismo; a veces era el dolor de la muerte temprana, a veces el impulso de enfrentar a los desconocidos y sus palabras huecas. No importó mucho, siempre supe controlarme, enfrentarlo: primero a las lágrimas, luego a la estupidez y al egoísmo. Yo debía ser fuerte por aquellos que no reconocían en sí mismos su propia fuerza.

Por un lado podía ver los gritos devastados de una madre que sobrevivía a quien había visto crecer. Por otra parte las lágrimas intermitentes de aquellos que nunca se dignaron a conocerle; esa familia que solo recordó que tenía hermanas, sobrinos y madres el momento en que se estaba rompiendo. ¿Qué podía hacer yo en la mitad? Quería llorar, golpear las paredes, buscar a los insensibles que habían tomado una vida que no les pertenecía, luego matarlos. ¿De qué servía? Ella no regresaría más. Ni sus carcajadas, ni sus despiadadas palabras al enojar sazonarían la receta que era el hogar. Su cuarto sería una trinchera de lástima que no permitiría el paso y yo, yo solo sería un mobiliario más tratando de mediar la guerra que había impuesto la injusticia y el dolor.

El día que la vi por última vez, no coincidió con el de su perdida. Ese día grité a mis padres frustrado por su mandato y cerré con fuerza la puerta de la calle. Ella me esperaba allí con los brazos cruzados y apretando su mirada, haciendo que su nariz luciera como una papa vieja. Me causó gracia pero el orgullo no me permitió reír y traté de apartarle. Recuerdo que se apartó, recuerdo que caí. Luego me levantó y ese momento quedó como un vídeo roto en mi memoria: “Jódete todo lo que quieras, pero si le vas a gritar a mis padres me avisás”. La miré un segundo y luego la empujé al piso. “idiota” pensé. Me levanté y corrí; en la esquina escuché su frase de cada día resonar por el vecindario “mañana me llevas a la u panda idiota” Después solo el sonido de los carros y el ruido del mundo. Al otro día no fui a casa; les dejé solos.

No sé si arrepentirme o aceptarlo sabiendo que de ningún modo ese destino habría cambiado. La muerte es inevitable pero ¡Tan cruel! Miles de ancianos ansían su último suspiro en los hospitales pero se van aquellos que aun esperan pelear mucho más en sus vidas. ¿Qué hacer con las madres desamparadas? ¿Quién les devuelve el tiempo invertido a aquellas abuelas que no tenían más que amar a sus nietos? Ojalá pudiera robarme toda esa tristeza y cargar con ella solo, pero a duras penas puedo con mi propia carga. No veré los ojos a mi hermano de 8 años que no entiende lo que perdió. No secaré las lágrimas de un padre que no sabe llorar a su única hija. Ni siquiera me forzaré a sonreír la hipocresía de que la vida sigue, porque es falso. Para ella la vida no sigue y para mí comienza una nueva vida. Solo quiero salir, mirar el sol y saber, que éste nunca más iluminará su rostro. Saber que aun me queda el fantasma de su grito en mi camisa. Saber que todo lo que fui ya no es ni siquiera un pasado que se pueda revivir, porque tú no estarás en él.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Parálisis Visual


Somos una sociedad globalizada de hipócritas, compuesta de pequeños mundos con “requisitos”. El personaje de la canción “Ya no sé qué hacer conmigo” lo sabe. Dando una revisión a todo lo que ha “cambiado” se da cuenta que en realidad es el mismo y que todas esas contradicciones a las que se ha enfrentado fueron solo requisitos para crearse una imagen. No ha cambiado él como individuo en una sociedad. Ha cambiado lo que quiere mostrar, adaptando su propia apariencia a alguna situación particular, o simplemente dejándose arrastrar por la “manada”.

Los seres humanos tenemos máscaras dependiendo de la situación o el grupo de personas. La “cara” que le ponemos al profesor de taller de escritura y la que le ponemos a nuestros amigos cuando hablamos mal de éste no es la misma. Puede que no pensemos lo que decimos; puede que tengamos algún objetivo como impresionar a nuestros compañeros con  “valentía”, pero necesariamente no somos nuestra esencia, porque desde el momento en que comenzamos a tratar de “encajar” en todas partes nos empezamos a creer nuestras mentiras y nos transformamos en ellas. Pronto nos volvemos el “vestido” que usamos y olvidamos a quien lo usa junto con sus motivos para usarlo.

¿Qué quiere mostrar un adolescente con jeans rotos? ¿Para qué los tintes de cabello, o los cortes “extravagantes”? ¿Qué se esconde tras los cortes en los brazos de algunos adolescentes? ¿Para qué leemos libros que no nos gustan? Sencillo: Fingimos un cambio de imagen para adaptarnos a los aparentes requisitos de una sociedad. Tenemos la necesidad de encajar en un mecanismo que solo ofrece beneficios si funciona y solo funciona si cada piñón gira como se pide. Los individuos somos esos piñones y para “funcionar” debemos llenar los requisitos que el consumismo, la publicidad y la “manada” imponen. 

Un ejemplo sería nuestro grupo de literatura donde para “charlar con el resto” toca tener un conocimiento mínimo de lectura. En el sentido estricto del grupo, quienes en toda su vida hayan leído los didácticos libros de “nacho”, la saga de Stephanie Meyer, los libros de Harry potter o algún Popol Vuh obligado en el colegio no podrán más que contentarse con  escuchar a quienes han leído a autores como Bretón, Stendhal, Víctor Hugo, Kafka u otros y asentir con la cabeza a lo que se diga. No hay que dejarse coger ventaja de los compañeros o te miraran por el hombro. Toca leer así no quieras; toca encajar.

Una insatisfacción propia nos empuja a comparar modelos de vida y a copiarlos para ser más como otros y menos como uno. Jugamos con lo que los demás juzgan de nosotros para causar impresiones. En el fondo somos la misma persona pero la imagen que proyectamos es una imagen con estándares de “encaje” que quiere captar un atisbo de atención. Esa imagen no es un producto únicamente visual; también es parte de lo que cortamos al decir, de lo que nuestro perfil público quiere mostrar, los libros que leemos, la música que escuchamos, la gente con la que decimos andar, incluso lo que afirmamos pensar. En este sentido nos volvemos lo que queremos mostrar y es la opinión externa quien decide que tanto debemos querer a ese nuevo “yo” producto de la imagen creada.

El personaje de “Ya no sé qué hacer conmigo” entiende la necesidad de una hoja de vida personal  para vivir. Ha hecho y dejado de hacer un número considerable de cosas que no lo han cambiado en absoluto, a veces contradiciendo lo que creía que le gustaba. Es importante considerar los factores de edad y las sociedades que rodean a cada época. Los requisitos que piden a un niño de 8 años y a un hombre de 40 años varían considerablemente al igual que los gustos. Hubo una época en la que amaba jugar “Stop” en la calle con los amigos de la cuadra; ahora los amigos se han muerto o sencillamente ya no se hablan con “la chusma” del barrio y si ni comunicación hay, toca olvidarse de los juegos. En la actualidad para ser un adolescente aceptable debo consumir, andar a la moda, tener una barba “cuidada” y si es posible conseguir una novia para lucir con los amigos y quitárselos de encima; en ese “mundo” general también toca encajar. 

¡Olvidemos lo que somos! ¿Eso pa’ qué? Sigamos preocupándonos por una imagen para mentirle a las personas; sigamos haciendo lo que no queremos, mostrando lo que no somos, fingiendo apariencias que tarde o temprano se irán en contra de lo que somos y terminaran deshaciéndose. Tenemos que encajar y satisfacer lo que los demás quieren de nosotros porque ¿qué mierda importa lo que pensemos? Se nos dan unos estándares y tenemos que cumplirlos, ¡Qué ganas de llevar la contraria! Tarde o temprano todos seremos un mismo estereotipo que llevaremos con orgullo, sin identidad, sin creencias y sin voz. Corramos con la manada, para pronto llegar al matadero del olvido y el silencio.