viernes, 9 de junio de 2017
Textos perdidos...
Me hace falta escribir sobre cosas serias, decís. Parafrasear mis opiniones sobre la realidad y contrastar lo que dice aqueste acerca de cierto asunto totalmente relevante. Y yo no lo hago; me la paso diciendo banalidades sobre esas cosas cotidianas que nos tocan a vos o a mí. Un robo, una ciudad atrapada en una cámara, un montón de cansancio, los votos que se derramaron hacia atrás, mis noches, tus mañanas, los gatos. Yo hablo de todas estas pendejadas que a vos te parecen un reloj análogo sin manecillas, ese voto por un candidato que con suerte quedó de tercero y no podés hacer más que criticarme, mirarme por lo alto y ver las noticias; querés estar a la moda con lo que se debe decir, "actual". Equivocarse sigue siendo bastante actual ¿No? El problema es que la gente - y vos también - quieren aparecer en el Espectador, recibir un Guinness por usar más palabras desconocidas en un solo párrafo y pasar a la historia; quieren inmortalizarse como un Heidegger criollo. A mí me tocó estar de paso y hablar de lo que conozco: y es bastante poco. Quizás por eso amontono en mi mesa lo que escribo y te leo a vos, para aprender, conocer un poco más del mundo, obligarme a ampliar mi léxico con tus disertaciones encriptadas. Quizás por eso soy poco serio y hago un uso mediocre del diccionario al decir las cosas, porque quiero, que si algún día dejo que me lean, puedan entenderme todos sin ningún tipo de enredos "vetustos". Quizás, o definitivamente por eso hablo de lo que nos acontece a diario: porque de eso, lo cotidiano, sabemos todos.
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