sábado, 25 de agosto de 2018

Texto


El final llegó demasiado pronto. Ni siquiera tenía un punto de referencia, ni una medida, ni nada. Solo sé que llegó de sorpresa y fue demasiado pronto. Lo supe en ese momento; supe que faltaba mucho más, que aplacé tanto mi propia vida que se consumió en una sala de espera. Llevo treinta años convencido de que siempre hay un más tarde, un después, convencido de que mientras esté cómodo no hay problema. Hoy es mañana. Son las tres de la oscuridad y te lloro; te lloro apenas ahora porque apenas comprendo que siempre estuviste de última. Y ya no estás. No esperaste y te fuiste como tantas veces hice, y, como yo, tampoco regresaste. Me ha quedado un libro de tareas pendientes, una vida de compromisos conmigo mismo que no sé cómo cumplir porque estabas en todos. Me he quedado paralizado, tirado en el suelo sin saber qué hacer con mi vida. Las personas que me importan están en la sala de espera y yo sufro por esa mujer que se fue, esa mujer a la que quería mostrar todos mis logros, esa persona  a la que algún día iba a hacer sentir orgullosa.

Ni siquiera alcanzaste a ir a mi grado. Y yo me quedé congelado, con el título en la mano, sin haberme graduado jamás.