sábado, 14 de septiembre de 2019

Mientras caemos


Podríamos armar bellas historias con todas las palabras que no decimos. Coger todos esos discursos que no nos parecieron adecuados, esos en los que pusimos silencios para adecuar la estética de nuestra realidad y escribir. ¿Cuántos textos enteros se redujeron a un “te amo” puntual que esperabas pudiese significar todo lo que no querías decir? Podríamos armar novelas enteras, crear un Mr. Darcy y una Elizabeth que conversan en diálogos geniales bajo el diluvio de alguna duda. Podríamos, pero preferimos llenarnos de silencio hasta que se deforme nuestro rostro y se caiga el cabello.

En el espejo me veo más ojeroso que hace algunos años. ¿Habrá palabras escondidas bajo mis ojos? Quiero creer que, sencillamente, la relación con mi espejo jamás fue la mejor. No tengo criterios para decidir si estoy bien pero debo preparar una respuesta; eventualmente alguien me lo preguntará y responderé de manera que se lo crea. “Bien”, “bien”, “bien”, “no preguntes, no quiero responderte, no sé si me siento bien o mal o si debería importarme pero deseo que me dejes en paz y perdones mi desinterés por saber cómo estás tú”. Sonrío, es más fácil; memoria muscular del pasado, por allá cuando desdibujaron la definición de felicidad con el codo y solo quedó un manchón. Me gustaría odiar sin consecuencia.

Somos silencio. Me he convencido de ello. Somos más las cosas que no decimos que aquellas de las que estamos seguros. Soy un texto lleno de borrones mal hechos, el texto de alguien que no le puede importar menos la coherencia de sí mismo, la sintaxis, la cohesión el ritmo, todo. Él borra cuando le parece necesario, así con artículos, adjetivos, adverbios, palabras, miedos. Y el texto, ese que soy yo, es extraño. Tan extraño que nadie se toma la molestia de leerlo porque ni él mismo puede resolver su conflicto informativo.

“Hola, me llaman Panda. No es mi nombre pero es como me refieren los demás. En este mundo donde los otros te construyen me he vuelto Panda y he olvidado mi nombre así que no te lo daré. En este texto el primer silencio es nominativo. El siguiente es de orden emocional y resume toda la historia: “Te amo”. Las cosas que no digo te darán una idea de que no todo está tan bien como te gustaría calificar mi estado de ánimo cada vez que me ves. Pero no importa, no importa que no sepas leer y que no te importe el segundo que me tomo aspirando para responder. Espero que tú estés bien. No te preocupes que no notaré que te atragantas un poco para expresarte. Relájate: no significa algo para mí, tampoco me importas. En este mundo solo eres otra etiqueta.

Me llaman Panda. Es un gusto conocerte.”