Podríamos armar bellas historias con todas las palabras que
no decimos. Coger todos esos discursos que no nos parecieron adecuados, esos en
los que pusimos silencios para adecuar la estética de nuestra realidad y
escribir. ¿Cuántos textos enteros se redujeron a un “te amo” puntual que
esperabas pudiese significar todo lo que no querías decir? Podríamos armar
novelas enteras, crear un Mr. Darcy y una Elizabeth que conversan en diálogos
geniales bajo el diluvio de alguna duda. Podríamos, pero preferimos llenarnos
de silencio hasta que se deforme nuestro rostro y se caiga el cabello.
En el espejo me veo más ojeroso que hace algunos años. ¿Habrá
palabras escondidas bajo mis ojos? Quiero creer que, sencillamente, la relación
con mi espejo jamás fue la mejor. No tengo criterios para decidir si estoy bien
pero debo preparar una respuesta; eventualmente alguien me lo preguntará y responderé
de manera que se lo crea. “Bien”, “bien”, “bien”, “no preguntes, no quiero
responderte, no sé si me siento bien o mal o si debería importarme pero deseo
que me dejes en paz y perdones mi desinterés por saber cómo estás tú”. Sonrío,
es más fácil; memoria muscular del pasado, por allá cuando desdibujaron la
definición de felicidad con el codo y solo quedó un manchón. Me gustaría odiar
sin consecuencia.
Somos silencio. Me he convencido de ello. Somos más las
cosas que no decimos que aquellas de las que estamos seguros. Soy un texto
lleno de borrones mal hechos, el texto de alguien que no le puede importar
menos la coherencia de sí mismo, la sintaxis, la cohesión el ritmo, todo. Él
borra cuando le parece necesario, así con artículos, adjetivos, adverbios,
palabras, miedos. Y el texto, ese que soy yo, es extraño. Tan extraño que nadie
se toma la molestia de leerlo porque ni él mismo puede resolver su conflicto
informativo.
“Hola, me llaman Panda. No es mi nombre pero es como me
refieren los demás. En este mundo donde los otros te construyen me he vuelto
Panda y he olvidado mi nombre así que no te lo daré. En este texto el primer
silencio es nominativo. El siguiente es de orden emocional y resume toda la
historia: “Te amo”. Las cosas que no digo te darán una idea de que no todo está
tan bien como te gustaría calificar mi estado de ánimo cada vez que me ves.
Pero no importa, no importa que no sepas leer y que no te importe el segundo
que me tomo aspirando para responder. Espero que tú estés bien. No te preocupes
que no notaré que te atragantas un poco para expresarte. Relájate: no significa
algo para mí, tampoco me importas. En este mundo solo eres otra etiqueta.
Me llaman Panda. Es un gusto conocerte.”