martes, 10 de septiembre de 2013
De días que suelen irse a alguna parte
Érase una vez - Érase porque ya no es y resulta simpática la muletilla - una historia cualquiera, de esas que la gente suele olvidar porque le duelen, no los deja dormir, los acosan en los exámenes estatales o sencillamente no les importa demasiado y dejan que el tiempo la deshaga. Érase esa historia de amplias proporciones narrativas y poca fuerza literaria que de repente se empezó a cocer en la cabeza de alguien en el metro, quien, mientras leía el periódico la recordó y algo se estremeció dentro de sí. Era una tarde gris y la historia ocurrió en una tarde parecida o quizás no, pero al sujeto le afectaba, cosa que era sorprendente porque era muy bueno olvidando cualquier cosa que pudiera afectarlo. El hombre respira, duda si la historia es suya y se pregunta si se le escapó a alguna otra persona que va durmiendo en el mismo vagón o en serio es de él. Sabe que le afecta y eso le molesta; su día no fue lo suficientemente bueno para aguantar semejante barbaridad. Trata de encerrarse en su periódico pero las letras son lejanas y las acababa de entender perfectamente pero ya no las entiende. Se levanta bruscamente para detener el transporte pero falta mucho antes de la siguiente estación, se desespera lentamente y ya no piensa, solo murmura que debió haber olvidado totalmente, sin dejar pequeñas mechas para recuperar los recuerdos más adelante. Recuperar se vuelve peligroso cuando se deja minar lo olvidado de pequeñas posibilidades. El hombre se afloja la corbata, roja de rombos y vuelve a su asiento, sudando como nunca antes a pesar del fuerte aire acondicionado. Nadie lo mira, todos están absortos en llegar a la siguiente parada que está muy cerca. El metro se detiene. El hombre baja corriendo y se pierde entre la multitud. Afuera de la estación llueve a cántaros y la historia cualquiera se queda en el vagón, esperando mechas. Sabe que todas las personas viven llenas de cosas pendientes y las mechas salen a aflorar en el vacío del transporte público; luego se bajan y siguen viviendo.
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