Antes de cenar, almorzar o dormir
los invito a ser sucios. ¡Ojo con esto! Tú, espera, déjame explicarme, no
cometas un error… o varios. Los invito a ser sucios, pero de esos que se
embarran con los amigos y se ríen con todos los sentidos a la vez y un poco de
barro en los ojos. Los invito a ser sucios y curiosear con las cosas,
buscándole el sentido a lo que parezca evidente porque a la larga lo obvio no
lo es realmente. Una escoba donde las brujas vuelan puede ser usada para barrer
el polvo ¿Se dan cuenta qué desacato? La magia reducida al polvo y la rutina;
no es fácil de vislumbrar.
Pero volvamos a ser sucios: ya
hablé de la curiosidad y la camadería
sin importar la situación, ahora quiero mencionar de pasón eso de compartir.
Una galleta puede partirse en dos, en cuatro, en ocho y, según la situación
amerite, también se pueden comprar más galletas. Compartir una galleta es grato para todos,
incluso si se puede charlar alrededor de la galleta sobre ideas que,
eventualmente, serán compartidas también. ¿Por qué sucio eso de compartir? Pues
bueno, partir una galleta es manosearla más de una vez, al igual que las ideas
rotas que se ensucian en un ir y venir durante el diálogo; ideas manoseadas que
sueltan migajas y hacen crunch, crunch, crunch mientras se van transformando en
satisfacción para todos. Eso sí, después toca barrer las migajas para que no
invadan las hormiguitas de la incomprensión.
¿Qué dicen? ¿Les suena? Ser
sucios como hace 20 años, cuando cogíamos lo que nos encontrábamos para meterlo
en la boca, porque tocaba probar, deleitarse con el pastel de barro y gusanos
que nos costó toda la tarde. Ser sucio porque esa idea de limpieza que impone
la cultura es muy cuadriculada y por “pensar” nos olvidamos de sentir y, uy,
sentir es muy bacano. Así que piénsenlo: vamos a pasarla como niños mientras
nos obligan a crecer, ensuciándonos de a poco de los gustos de la vida.
Un abrazo. Pasad una buena noche
si piensan dormir o buen apetito.
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