No se deje timar por la escuela ni la familia. Hace mucho
que se les olvidó por qué y para qué actuaban de equis o yé manera. Ese cuento
de que te enseñan lo correcto para ser ciudadano es basura, como la literatura
moderna, el apio y la hipocresía del periodismo de escribir no-ficción. No te creas
los edificios ni las calles que te muestran, no aceptes eso que ponen en los
mapas ni valides las reglas de convivencia como si tal cosa. No te enamores;
luego la “cagas” y tu pobre moral, como un mecanismo obsoleto y absurdo, se
dispara en forma de culpa. La vida puede llegar a ser tan aburrida como una
película de dos horas pero mucho más extensa. Eso si jamás dejas los
prefabricados sociales y miras la calle desde un sillón.
Ahora, salir a la calle no es fácil. Roban, matan, violan y
piden limosna. La ciudad es un paseo de coincidencias aleatorias, al igual que
la vida misma. Y allí está el riesgo, la adrenalina, los treinta latidos por
segundo que te hacen correr desde Universidades hasta el CAI rojo en unos pocos
minutos. Esto sí se parece a ser ciudadano, un glóbulo con independencia en un
sistema descompuesto de edificios, sí. No te enseñan en la escuela a disfrutar
la vida mientras te la juegas toda, no; te enseñan a dar un paso a la vez,
asentar el paso, comprar zapatos nuevos y reflexionar por diez años el
siguiente. ¡Vaya mierda! La vida nunca te da tanto tiempo; toca correr.
Ser ciudadano no se limita a sentarse cinco mil horas de
vida frente a un tablero intentando aprender a pensar. Se necesita experiencia,
salir a jugarse la cabellera en el bosque de hierro que rodea tu hogar. Pensar
no se estanca en los libros y si no entiendes para qué mierda te meten a
patadas las matemáticas, te servirán tanto como las flores de plástico. Si no
te haces a la idea de que la lógica de p implica q puede pasarte una autopista,
seguirás desperdigando segundos por la acera mientras el puente peatonal se ríe
de ti. Pensar no se aprende en los libros, en el monólogo. Luego tendrás miedo
a que te discutan una sola idea porque toda tu vida trabajaste en creértela. – Hola, qué tal, estás equivocado – No,
blasfemo ¿Es qué no lees? - ¿Es que no piensas?
¿Es que no vives?
Y bueno, coño, de nuevo te digo que no te creas todo. La
ciudad está llena de símbolos que gritan
sentido, pero sólo puedes acceder a ellos si esa educación que tuviste no te
limitaste a creértela sino que además la significaste descaradamente – El sistema
no está muy de acuerdo con que pienses mucho –. Un Pare no te incita a
detenerte; te exige que tengas cuidado en una estampida de hierro y prisa. Un
semáforo es un acuerdo implícito entre ciudadanos – unos más brutos que otros –
para nadar la ciudad sin que un caimán se cobre varias vidas. Ser ciudad exige
pensar, interpretar, observar y ser.
Quiero invitarte a que, después de leer el libro, vayas a la
fuente más cercana y te sientes a seguir leyendo. Personas, imágenes, relojes,
miradas, latidos, sonidos, gritos, vida en general. Quiero que te preguntes que
tipo de engranaje eres y en qué mentira están atrapados todos. Luego levántate,
aspira profundo toda la contaminación del “progreso”
Y continúa viviendo.
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