Y me atrapaste con tus labios cubiertos de ponzoña. Me engañaste con tu mirada compartida que al no ser de nadie era de todos. Caí en el engaño de tus ojos de esmeralda y me deje llevar por la rutina de soñarte. ¿Quién es tan idiota de volverse adicto a una idea? No lo sé, pero mi imagen de ti, siempre optimista y cariñosa, no era mi imagen. Era tu reflejo en la realidad. Era lo mismo que todos veían y ante lo que todos los descorazonados caían sin saberlo. ¿Qué harás ahora con tantos corazones destrozados? Probablemente una escalera para encontrar el tuyo propio, que, con el afán de obtenerlo todo, se perdió entre las nubes y jamás regresó.
miércoles, 30 de marzo de 2011
Creo que... porque... ¿Qué?
Creo que el fondo del mar es el mejor lugar para pensar y la música el sedante más efectivo. Creo en la familia como un grupo de “amigos” aparentemente desinteresados y en los amigos como una nueva familia dispuesta a enseñarnos todo lo que no necesitamos. Creo en que se puede vivir sin consumir carne y que una buena carcajada nunca está de más. Pero, ¿Por qué creo en todo esto? Puedo mencionar razones individuales para cada uno de los gustos y aun así no estaría resolviendo la pregunta. Supongo que todos necesitamos algo en lo que creer, algo que nos defina. Sin creencias seriamos marionetas sin voluntad, recipientes vacios. Mi primo mencionó algo interesante, o bueno, que a mí en ese momento me pareció un buen apunte: “Algunas personas creen en lo que creen porque es algo sencillo de defender”.
Por ahora, me gustaría resolver el porqué de las pocas cosas que mencione anteriormente. El mar es profundo, fresco y tiene su propia música. Te da la oportunidad de sentirte como quieras. Puedes temerle a su profundidad, esconderte en su oscuridad o disfrutar su frescura y su tranquilidad. Tus pensamientos siguen el ritmo de las olas, tu mirada se pierde en la línea del horizonte – u otras líneas curvas en su playa – y te dejas llevar como quieras; él siempre reaccionara a ti de la misma manera que tú reacciones a él, y si vas tranquilo, sabrás de lo que hablo.
En la música, al igual que en el mar, tú puedes encontrar tranquilidad. Algunos temas musicales evocan los sentimientos que el artista plasmo en ellos y siempre hay una canción para neutralizar tu estado de ánimo. No es muy difícil dejarte atrapar por su encanto si sabes elegir. Alguna vez escuche que la música “domaba” fieras y ¿Por qué no? Nuestro lado instintivo y emocional necesita un domador para que esa “fiera” que llevamos dentro no vaya a morder a nadie.
Desglosando ideas y abarcando lo mencionado llegamos a la familia y los amigos; desde mi perspectiva, cada persona crece junto a seres que lo cuidan, lo educan y lo quieren. Seres que se preocupan y piensan en esa persona. Estos por su parte se dividen en dos clases: los familiares que saben todo de ti pero no te lo dicen, que respetan tu intimidad, tu espacio y tu tiempo, y aquellos que se meten hasta en la sopa, están interesados en todo lo que te ocurre y si de ellos dependiera, vivirían la vida de la persona como si fuera una extensión de la propia. Aquellos que disfrutan las cómodas rutinas compartidas y vuelven un almuerzo toda una discusión filosófica sobre algo insospechado.
Por último, en la línea de argumentos, dejando la ciencia de lado e ignorando todas las justificaciones de que existe una proteína irremplazable en la carne, creo que se puede vivir sin carne. La mayoría de los nutrientes que el cuerpo necesita lo proveen muchos vegetales, granos, hortalizas, etc, los cuales no se han “movido” antes. Por otra parte, la cocina vegetariana es deliciosa. Está llena de sorpresas y créanlo, no se limita a una dieta de ensaladas insulsas y verduras hervidas. Cabe aclarar que no abandono el huevo ni los lácteos, tampoco soy un extremista. En este punto puedo agregar algo: no creo en que vivir en los extremos sea algo sensato, y caer en uno de ellos es uno de mis miedos. De hecho es la razón por la que me gusta escaparme en lo jocoso. El ingenio y el sonido de una dulce carcajada son cosas que te neutralizan, relajan el ambiente y te ayudan a pensar de una manera más eficiente. Las personas tienden a vivir enfocadas en los problemas, siempre tratando de caer al lado oscuro de la vida, tachándola de realidad y quejándose de su propia rutina como si fuera mártir de su propio mundo. El miedo a caer en ese extremo me da una razón para creer en la necesidad de la risa para la vida diaria. Útil herramienta… Hay que hacer buen uso de ella.
Creo en lo que creo porque se me hace fácil defenderlo. Creo en lo que creo porque me define y me facilita enfrentar un mundo con algo que ya esté arraigado. Aun así nada es definitivo. Ahora me digo panda, pero mañana seré un hombre. Todo cambia y el “absoluto” se vuelve pronto una definición voluble. Soy quien soy ahora sencillamente porque las experiencias, los razonamientos, los prejuicios y el continuo vivir me han enseñado a ser así y a creer en lo necesario para seguir adelante.
martes, 29 de marzo de 2011
¿Ogro, bruja, caballero o princesa consentida?
¿Qué estas enamorada de mí? ¿Y eso cuando ocurrió? ¿Antes o después que dedicara mi vida a ti?
Desgarré mi piel hasta que mis huesos salieron a la superficie por ti. Fui hasta el fin del mundo y cacé una estrella para tu cumpleaños. Encontré al último y más magnifico dragón para que al final, en tu infinito egoísmo me pidieras que lo matara en tu honor. Ahora me dices que me amas... ¿Y tengo que esperar hasta que tomes una decisión porque no soy el único?
Realmente no aspiro a tanto. No espero tener que competir contra príncipes que te cubren de regalos cada minuto. Realmente lo único que te puedo dar es mi amor y mi vida consagrada a éste, pero veo que no te basta. Tu amor solo me causó sufrimiento y no la eterna felicidad que junto a ti esperaba...
Hoy me voy y por tu bien, te prometo que no regresaré. Buscaré una princesa que no me vuelva un canalla por su orgullo. Viajaré en un barco con el viento como aliado y enemigo. Llegaré a mi tierra donde ya no me espera nadie y comenzaré de cero. Adiós pequeña hada... y hasta nunca...
¿Hasta nunca? ¿Porque después de lo que hizo simplemente se va? ¿Para que luchó poniendo su alma en cada batalla si no le interesaba la meta? Es algo que, sinceramente, no está claro. Es cierto que el “valiente caballero” podría catalogarse como el clásico héroe romántico victima de su amor y mártir de su corazón roto, pero, ¿Es realmente la princesa el ogro de la película? ¿Era ella en realidad tan cruel como para torturar al pobre “caballero enamorado” que hizo tanto por ella? Esto nos conduce a una frase célebre de Charles Baudelaire: “siempre hay víctima y verdugo en el amor” y tiene razón; una relación de pareja es un sadomasoquismo de sentimientos llena de sufrimiento y dolor. Siempre encontraremos una víctima, sino es que dos. Pero ¿Y el verdugo? ¿Se fue de vacaciones? No. Esta allí, vigilante en cada persona, porque son las elecciones y decisiones propias las que llevan la guillotina en sus manos. Cada persona es la victima de sí mismo en el amor.
Primero, comencemos indagando en los jóvenes. Con ellos es casi siempre la misma historia: Un chico y una chica se conocen en una situación fuera de la rutina. Siguen hablando, se hacen amigos y luego comienzan a salir. ¿Hermoso, no? Y lo es… al principio. Los jóvenes de ahora cambian tan rápido que es difícil reconocer a un amigo si no se cambia con él. El tiempo pasa y pronto se pierde el interés de la relación y comienzan a crearse fisuras y excusas que lastiman mutuamente. Pronto ocurre un evento inesperado y el castillo de amor que al principio crearon (del cual ahora si mucho queda una torre) se desmoronará sobre ellos dejándolos en una época de enorme dolor, proporcional a la felicidad que al principio vivieron. Ambos víctimas de sus propias decisiones. Ambos verdugos de sus propios sentimientos.
De hecho, no son los jóvenes los más importantes cuando a relaciones románticas se refiere. Los ancianos juegan el papel más significativo, ya que no solo se enfrentan al cambio sino que también se enfrentan al conocimiento de toda una vida. Siempre viviendo en su propio pasado junto a la pareja que eligieron para pasar su vida. Riendo juntos, llorando juntos, recordando juntos, enseñando juntos. Cada uno producto de un sinfín de decisiones que los llevaron al lugar en el que ahora se encuentran. Y es allí, en ese momento mágico que tienen todos ellos en algún momento de su vejez cuando se cuestionan si realmente valió la pena. Voltean la mirada con esta cuestión en la cabeza y se encuentran con su familia, sus nietos y su amada pareja llevando en sus manos la respuesta. Si, lo valió. Se reconocen como verdugos de sí mismos y comparten la alegría que las pequeñas cosas les brindan para evitar el vacio que la soledad y la vejez siempre generan. Ambos se aman como víctimas de su propia memoria y se ríen de los recuerdos que llevan impregnados en el alma. Ambos verdugos compasivos de su propia víctima interior.
En pocas palabras, independientemente de la edad, el amor siempre genera verdugo y victima en cada persona. La ley de acción reacción no se hace la “loca” ni siquiera cuando de amor se trata. Tanto jóvenes como ancianos viven el mismo juego, pero desde distintas perspectivas. Se lastiman a sí mismos para poder encontrar felicidad porque, ¿si no hay punto de comparación entonces qué sentido tiene ser feliz? No existe bien sin mal. La justicia no tendría sentido si el mundo no fuera como es. Es igual con el amor. Funciona con contradicciones. Si no hubiera un verdugo, no tendría sentido sentirse víctima. Y es por supuesto la lucha interior la que genera este tipo de controversia. Ya lo dijo Séneca en una de sus famosas frases: “Solamente la existencia de Caín nos hace amar a Abel”.
Es evidente, que el hombre no es solo víctima de sí mismo en el amor: El hombre es víctima de sí mismo en todo, ya que es causa y consecuencia de sus propias decisiones. Leonardo Da Vinci tenía esto claro cuando dijo: “El hombre es víctima de una soberana demencia que le hace sufrir siempre, con la esperanza de no sufrir más. Y así la vida se escapa, sin gozar de lo ya adquirido”* ¿Y cómo negarlo? Diariamente enfrentan la vida con miedo al sufrimiento y toman sus decisiones basándose en las ventajas que al estado de ánimo estos cambios puedan brindarle. En este entorno no tendría sentido hablar de acciones desinteresadas ya que hacen todo en busca de un beneficio; no hay moral que valga. Independientemente de lo consecuente que sea una persona, siempre se encontrara a si mismo sufriendo cuando sus propios intereses choquen con los intereses de otro ente y en la frustración consecuencia de este hecho, sus decisiones lo llevaran a ser verdugo y mártir de sí mismo.
Aunque, muchas personas sean conscientes de su propia culpabilidad la confrontación entre víctima y verdugo continúa, creando un sinfín de seguidores para cada género. Nietzsche por ejemplo afirma en uno de sus libros: “…La mujer fue el segundo error de Dios. La mujer es, por su naturaleza, serpiente: Eva; esto lo sabe todo sacerdote; de las mujeres procede todo el mal sobre la Tierra…”* y vaya hombre para argumentar semejante afirmación pero ¿Qué hace más culpable a la mujer, que no haga igual de villano al hombre? Nada. Son las acciones de cada quien las que definen su nivel de culpabilidad y es el egoísmo personal de cada persona quien juzga como verdugo al primer idiota implicado. No tiene nada que ver con el género ni la raza. El hecho de ser mujer u hombre no cambiara las consecuencias de nuestras propias decisiones.
En resumidas cuentas, podemos afirmar que Baudelaire tenía razón: Siempre hay víctima y verdugo en el amor. Lo que nunca mencionó fue el hecho de que la víctima y el verdugo responsable eran la misma persona. Cada acción que llevamos a cabo, cada paso que avanzamos o retrocedemos, cada decisión en la que nos vemos envueltos será siempre causa de una consecuencia que o bien nos traerá la satisfacción que esperábamos o nos dejara cubiertos de arrepentimiento. Somos los verdugos de nuestros sentimientos. Somos los mártires de nuestra propia osadía. Cada persona es víctima de sí mismo.
“Cada noche, el veneno de tu ausencia me consumía en mi lecho vacio. Cada día rezaba por tu pronto y seguro regreso de aquellas locas empresas para demostrar tu amor con estrellas vanidosas y dragones furiosos que descargaban la frustración de su captura sobre mi pueblo. Nunca te pedí que lo hicieras. En realidad cada vez que te veía soñaba con las palabras “siempre estaré a tu lado” saliendo de tus labios silenciosos. Pero de nuevo te ibas. ¿Cómo esperabas que no buscara más opciones? Eras un viajero y el rey que necesitaba a mi lado no cuadraba con tu heroica figura, pero aun así te amaba y rechazaba pacientemente todas las ventajosas proposiciones que me hacían para darte una nueva oportunidad.
Finalmente llego el día en el que te quedaste por más de dos semanas en palacio. Estaba eufórica y esperaba que tú lo notaras, pero no todo salió como esperaba. Entraste a mi habitación cabizbajo y me preguntaste si te amaba. Te respondí que no eras mi única opción y que no eras la mejor, pero aun así te amaba con todo mi corazón. Me abrazaste con tristeza y me pediste que te olvidara. ¡Estaba atónita! Mi paciencia hasta ese momento había sido en vano y mis confusas palabras no fueron capaces de hacerte cambiar de opinión. Te alejaste en tu bote mirando al horizonte… y no te volví a ver”
Luz del Ocaso
La luz del ocaso cubrió los cadáveres con los pocos rayos que aun podía emitir. Había visto ya demasiada destrucción. Recordaba al principio de los tiempos, cuando aún era un pequeño rayo de luz inagotable, un rayo de luz viajero lleno de sueños y expectativas frente a lo inesperado. Sí, vaya época. Se había establecido en distintas nebulosas y había observado las razas, los planetas, la unión, el amor, la alegría, los sueños, la magia de la vida y la creación. Había visto como un juego los enfrentamientos amistosos y los dulces desvaríos que en todos los planetas se debatían diariamente. Había sido increíblemente divertido. Su luz era siempre final o comienzo de la vida. En su memoria aun nadaban alegremente los recuerdos de miles de rayos de luces con los que se había encontrado durante sus travesías. Ahora ya no quedaba ninguno. Todos habían perecido al no tener a nadie quien los pudiera vislumbrar. La guerra y la muerte habían devastado ese universo. La sed de poder y conquista era la culpable de la muerte de todos sus hermanos y ahora iba en su búsqueda. El pequeño planeta en el que se había establecido se consumía entre llamas de odio y gritos de dolor. Él, el último rayo de luz enviado por el rey desde el universo del fuego sagrado ahora ardía lentamente pero no desaparecía. En la tierra que cubría, limitada por un mar de lágrimas inagotables aun persistía una cabaña. Una cabaña que se veía vacía y silenciosa pero en la que se escondía un niño. Un niño que soñaba y crecía amando a la pequeña luz que lo iluminaba. Un niño que sabía que el dolor y la estupidez eran solo consecuencia del amor que su raza sentía por lo que tenía. Un niño que entendía cuan equivocados estaban todos porque, desde un principio este niño había entendido que no pertenecía a ese planeta donde todo salía mal. Las cosas no podrían ser tan absurdas. Por eso el niño amaba el rayo de luz que solo él veía y el cual le parecía lo más hermoso que quedaba en ese lugar. Pero su cuerpo no era tan fuerte como su corazón. Cada día se debilitaba lentamente junto al cadáver de sus padres victimas de sus deseos. La luz del ocaso se colaba entre todas las rendijas de la casa para que el niño no perdiera la esperanza ni los sueños que en el vivían, pero el vigor del niño persistía en su marchitar y un día, cuando el rayo de luz entró por la ventana norte de la pequeña cabaña le encontró con una sonrisa. Dormido, perdido entre su pausado respirar que poco a poco desaparecía. El rayo de luz sonrió y lentamente, junto a todas sus memorias y el gran amor que era parte de él, se extinguió en la oscuridad de aquel lugar de ciegos, junto al último suspiro del niño que dormía y soñaba con un país de luz…
Versión de panda: Tierra de Osos (Brother Bear)
Gruñó con ira. La maldición lo limitaba y su habilidad no era ya la del enigmático guardián que había cuidado con su hacha y su sangre la aldea que tanto amaba. La lluvia lo cegaba y detuvo a duras penas con su garra la antorcha que su amigo le tiraba, pero no pudo evitar la lanza que se enterró en una de sus patas. Estaba cansado. Había corrido por horas para no tener que enfrentarlo pero aun así su amigo había persistido en seguirlo. Ahora solo les quedaba luchar a muerte. Rugió con toda su fuerza un desafío y observo a su contrincante. Se veía igual que siempre. Su cabello oscuro caía sobre sus hombros y llevaba el colgante que le había entregado cuando aún era humano. Un colgante con una garra de oso que simbolizaba la amistad de dos guerreros. Un colgante que había sido el inicio y ahora el final de una amistad. Un colgante que era guardia y chaman de sus recuerdos. Un colgante que en ese momento solo gritaba la ignorancia e ira de su amigo. El dolor de su pata lo hizo caer con todo el peso de su cuerpo sobre el piso. No tenía sentido pelear. Desde siempre habían cazado osos para mantener a su tribu y sabía que su amigo no cambiaría su decisión… si tan solo ella estuviera aquí para mencionarle la maldición…. Si tan solo…
El cazador avanzo dos pasos hacia el oso moribundo. En su sangre ardía el odio. Sentía como si tan solo unos minutos antes hubiera encontrado al oso cubierto de la sangre de su único amigo. Juntos lo habían perseguido, pero su amigo había decidido seguirlo solo cuando él se había lastimado y la muerte había sido su precio. Gritó con ira y sacó el hacha de guerra. Lo mataría con el hacha del vencido para restaurar el honor. El cazador salto hacia delante y enterró con todas sus fuerzas el hacha en el pecho del oso sintiendo como el filo se hundía en la suave piel de su contrincante. El animal soltó un aullido lastimero y lo miró con tristeza. El cazador había vencido. Se dejo caer y vio como el oso se iba debilitando con la herida mortal que lo consumía… Pero no se sentía mejor. Ahora estaba solo. Los cadáveres de casi todos sus compañeros se habían perdido en la nieve y ahora su amigo había muerto. Los que habían sobrevivido probablemente hubieran muerto por las heladas. Grito de nuevo con todas sus fuerzas, pero no escucho su voz. En vez de ella se oyó un rugido que le hizo congelar la sangre. Observo con terror alrededor buscando al causante de esa furia pero solo vio el cadáver de su amigo frente a él con el pecho perforado y los ojos llenos de lágrimas mirando al cielo. Su corazón se detuvo y el pánico lo hizo retroceder. Trato de levantarse, pero su pesado cuerpo le hizo caer hacia adelante. Rugió de nuevo y se apoyo sobre su amigo. Lo envolvió con su cuerpo y se quedo allí, inerte, esperando que otro cazador viniera a acabar con él…
Cartas y guerras sazonadas con distancia
Dulzura…
No te imaginas el placer y el regocijo que la noticia de la íntima relación entre mi mejor amigo y la persona que amo trajo consigo. ¿Cómo evitar la euforia? Nunca me había sentido tan feliz por algo de tan poca importancia. Pero eso no es lo primero que quiero tratar. Me encantaría comenzar mencionándote las merecidas vacaciones que en este momento estoy pasando. Ha pasado de todo. He vivido experiencias que no veré de nuevo. Aun así, mis compañeros no se ven del todo felices y se quejan de cualquier cortadita en algún brazo o pierna. No entiendo como no encuentran ningún placer en este tour, pero créelo, yo lo disfruto. ¿Y sabes qué? La noche, que es el único momento en donde no todo es fiesta y estoy solo, es cuando mejor la pasó ya que puedo dedicarla solo a pensar en ti. Pero claro, tú no tienes que hacer ningún esfuerzo ya que es mi mejor amigo quien mantiene tibio el lecho que compramos durante nuestro matrimonio y es mi mejor amigo quien ahora cuida de ti y satisface los vacios en tu interior. Sabía que podía confiar en él. Un gran tipo. Haciendo feliz a la única mujer que amo mientras yo me voy de juerga a otro país. Si, definitivamente un gran tipo.
Pero bueno, basta de insulsos lamentos. Quería agradecerte por lo que has hecho. Siempre supe que mi amor no te bastaba, que yo no te completaba. El tiempo que pasábamos juntos en silencio, los abrazos rechazados cuando necesitaba cariño, todo era una prueba. Pero, ¿Qué podía hacer? Buscaba todo el tiempo tu felicidad y esperaba que la encontraras conmigo. Cada persona que murió en mi lugar en esta guerra, cada amigo que abandoné en medio del combate para preservar mi vida eran mi pasaje para volver a tu lado y amarte. Que ingenuo de mi parte. Ahora que estoy a punto de lograr mi cometido veo que esto no tiene sentido. ¿Qué me espera en mi patria? ¿Una medalla, el dinero de seis meses que probablemente ya hayan caído a tus manos y una sarta infinita de disculpas mal justificadas? No creo que merezca tanto. Es más, no deseo tanto. Me contentaría con que mi apreciado enemigo completara su misión de frustrar la mía. Y claro, tendría que pagar con mi vida pero bueno, son solo detalles.
No puedo escribir más. Si continúo, esta carta será ilegible por el continuo gotear de mis ojos. La felicidad también trae lágrimas consigo ¿sabes? Lagrimas secas que no dicen nada pero esconden un secreto. Un secreto que espero de corazón nunca llegue a tus oídos. No me gustaría que te enteraras de lo mucho que me has decepcionado y el vacio que tu cariño me ha dejado. Me sentiría… patético… (Si, si es posible sentirse más patético)
Ahora solo queda decir adiós. Supongo que ya te habías enterado pero yo no creo en las segundas oportunidades ni en las galletas de la fortuna. Solo me queda desearte, desde el fondo de mi alma, toda la suerte que una persona como tú merece… Adiós dulzura… y hasta nunca…
Tuyo hasta la muerte,
Daniel…
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