miércoles, 26 de octubre de 2011

Dulces sueños


Deslizó el índice sobre la mejilla hasta los labios; se detuvo y con algo de su propia saliva los humedeció un poco. Ella no se inmutó en su sueño profundo; sus pestañas permanecieron como persianas cerradas, escondiendo la pasión con la que miraba. No recordaba haberla visto dormir antes; siempre era él quien se rendía primero ante el sueño; quizás en algún momento ella le había visto dormir, con su cuerpo a la disposición de unos deseos ajenos. Besó su nuca y bajo sus manos hasta el abdomen, dibujando sus pechos en el camino. Le gustaba tenerla entre sus brazos. En algún momento estuvieron siempre así, pero en ese entonces eran todavía niños sin responsabilidades; ahora no era así. Ahora a duras penas se veían de noche, cansados de todo, excepto de ellos mismos. Pero dormían; debían descansar.

Giró su cuerpo y quedó frente a él. Respiraba despacio y con fuerza. El tiempo se detuvo un largo rato y las cosas no cambiaron. Él siguió mirándole, mientras recordaba momentos de libertad pasional; en un “entonces” donde amar era muy fácil; hasta tonto. La miró y en la oscuridad la vio joven, tal cual la conoció. No habían ojeras ni marcas de cansancio; no fruncía el ceño; estaba tranquila. La besó en la punta de la nariz y luego en los labios, sin moverlos, solo posándolo. Ella pestañeó un poco y le miró unos segundos; luego terminó el beso con movimientos lentos y dulces, sin pasión. Un beso solo de cariño.

-       Te amo – murmuró con la voz ronca. Él sonrió y la beso en la frente.
-       Descansa – respondió.

La tomó con fuerza entre sus brazos y dejó que el sueño lo arrullara. Pensó un poco en hacerla feliz de alguna manera creativa; en un niño para que gritara en la casa. Pensó en reencontrarla con las cosas que le gustaban, en darle tiempo libre. – Quizás – dejó bailar en su mente antes de quedarse dormido. 

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