- Yo te protegeré hermanita. No te preocupes, siempre estaré allí para ti.
Los susurros de la noche helaban los altos pinos y pequeñas hojas danzaban a través del parque. Dos niños, cubiertos de finos harapos se abrazaban en una banca de piedra sucia.
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- Te contaré una historia para que no duermas. Será mejor que la de ayer y esta vez no pondré ogros.
- Te contaré una historia para que no duermas. Será mejor que la de ayer y esta vez no pondré ogros.
La niña parpadeó lentamente y escondió su cabeza en la camisa sucia del niño. Tenía los ojos húmedos y la nariz un poco torcida por los golpes que había recibido días antes. Había dormido casi todo el día pero estaba cansada igual que ayer; igual que el día antes y quizás el día anterior a ése también.
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- La historia es sobre una hermosa niña que tenía todo lo que quería. Es acerca de unos padres que la amaban y nunca peleaban. Es sobre un mundo sin botellas ni botellazos. Es la historia sobre una niña que no debía dormir y sobre su hermano.
- La historia es sobre una hermosa niña que tenía todo lo que quería. Es acerca de unos padres que la amaban y nunca peleaban. Es sobre un mundo sin botellas ni botellazos. Es la historia sobre una niña que no debía dormir y sobre su hermano.
Una lágrima rodó por la mejilla de la niña, pero no era de ella; ella ya no podía llorar. La niña cerró sus ojitos y trató de no recordar, de no revivir, de no pensar ni siquiera en el hambre que la acosaba. Cerró los ojos y durmió. La luna los vio a los dos, en la banca de mármol. El niño acariciando los cabellos enredados de su hermana mientras lloraba en silencio; aún le debía una historia pero la dejo dormir. Mañana sería un nuevo día para construir historias y engañar de nuevo el hambre.
El nuevo día les encontró de nuevo. La niña despertó cansada y con frio; el niño no despertó. En sus ojos aún se encontraba el fantasma de una lágrima producto de lo que fue y quizás, si el niño lo hubiera sabido, de lo que ya no sería.
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