Cara
A su lado, viéndola dormir decidió que debía besarla. No se le ocurrió cómo. Era el segundo año que pasaba con ella y aunque la consideraba una mujer magnifica no se había tentado a pasar de compartir un buen rato de charla. Ahora estaba allí a escasos centímetros cubriendo la distancia con la tenue cereza que emanaban sus labios.
- pucha – murmuró indeciso.
Ella parpadeó y le devolvió su sonrisa cansada y amistosa. Luego se quitó las gafas y cerró los ojos. Él apretó un poco la mano que juntaban desde hace un rato sin mucha fuerza y la besó en la nariz. Luego se acomodó en su hombro y se dispuso a dormir. Contando ovejas, decidió, junto a una brizna de césped, que todavía no era el momento. Quizás no hubiera tal momento, pero le gustaba su amistad y no quería saber nada de reacciones.
Ya le bastaba con su indecisa moneda.
Cruz
Solo tenía ganas de meterle un puño. Después de tanto tiempo se daban ambos una oportunidad de intimidad y cariño y él no hacía nada. Ella llevaba su chapstick coqueto que a veces protegía y a veces invitaba desde poco más de una hora y ese tiempo también lo llevaba fingiendo dormir, de frente a él, esperando que se decidiera. Ahora se recostaba en su hombro para dormir. Abrió los ojos y vio su cabello liso cortado por encima de las orejas. Su barba rozaba un poco su pecho y su respiración lenta y caliente se deslizaba por su cuello como una caricia. Quizás no estaba tan mal.
Metió la mano libre al bolsillo y sacó una moneda.
- Cara o cruz – preguntó con voz ronca a su compañero.
- Cara –
No tiró la moneda muy alto; dio tres vueltas antes de empezar a caer, lento, hasta la palma de la mano que se cerró escondiendo la respuesta.
- ¿Qué salió? – preguntó él buscando sus ojos en la semi-oscuridad.
- Pues –miró la mano cerrada un momento y luego la guardó en el bolsillo junto a la moneda – Cara y cruz, bobo.
Cerró los ojos como las películas de amor y besó sus labios humedeciéndolos de cereza y saliva. Alguien rió cerca de ellos pero no importo. Un beso tímido, primerizo en cuestiones políticas, siguió bailando entre los dos.
Ella sonrió para sí.
A veces siempre bastaba con su decida moneda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario